Pensamientos negativos compulsivos, ansiedades, estrés, deseos incontrolables que invaden nuestra mente al punto de no dejarnos hacer cualquier otra cosa de la vida cotidiana, todo se dificulta, hasta respirar. Sin embargo, Jesús, al entregar su vida por nosotros en la cruz, nos hace santos. No por nuestros méritos, sino por su sacrificio. Esa santidad que recibimos de Él nos da el privilegio de entregarle todas nuestras tormentas y en sus brazos encontramos la paz que no entendemos. Mi situación actual no me ahogará, porque el que me creó tiene el control de mi vida. En Dios encuentro paz, he puesto en Él mi esperanza y aunque hay días, semanas o meses que mi vida se vuelve un caos, cuando le presto atención a su palabra, Él calma mi tormenta interna. Talvez todo lo externo siga igual, pero cuando descanso en su sombra, la tormenta parece minúscula y sin efectos sobre mi vida. Salmos 32:6-7 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; ...
La Sonrisa de Jesús
Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos. Salmos 32:8