En Juan 8:1-11 se nos relata el momento en que una mujer fue encontrada en al acto mismo de adulterio y llevada al templo para ser apedreada ante Jesús quien estaba con más personas enseñando el evangelio.
Esa mujer se encontraba en una situación bochornosa en la cuál buscaba un poco de afecto, estaba mendigando amor. Es probable que ese haya sido su peor estado, buscando algo que necesitaba en el lugar equivocado, puesta en vergüenza por los fariseos, esperando su castigo para morir, sin embargo, ese momento de oscuridad se convirtió en la oportunidad justa en que se encontró cara a cara con el amor hecho hombre, ''JESÚS''.
Cuando la mujer fue presentada ante Jesús y los fariseos le dijeron lo que estaba haciendo, Él no le prestó ni la menor importancia porque a Jesús no lo sorprende el pecado que habita en nosotros, nos conoce y sabe que somos pecadores, es como que nos sorprendamos al ver una abanico tirar aire, es su naturaleza.
A Dios lo movió el corazón de esa mujer, talvez ella estaba dispuesta a recibir el peor castigo, imagino que ese momento tan difícil fue que la hizo recapacitar y darse cuenta hasta donde había llegado, estoy segura de que en ese caos sintió verdadero arrepentimiento de todo y eso sí atrae a Jesús. No la condenó por su pecado aún siendo el único limpio que podía arrojar la piedra.
No importa que tan sucios estemos, cuando Jesús pasa por una vida y se da a conocer, no hay nada que impida que un corazón arrepentido sea conmovido por su amor.
Juan 8:10-11
Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.
Comentarios
Publicar un comentario