Escuché de un tal Jesús que sanaba enfermos, que alegraba corazones, que amaba sin condición. De ese tal Jesús me hablaron toda mi vida y pensaba que ya lo conocía.
Hasta que un día se pasó por mi vida, tocó mi corazón y restauró mi interior, ese Jesús dejó de ser una historia ficticia y se convirtió en el motor que impulsa mis latidos. Desde que Él está puedo asegurar que es la mayor razón de todas mis alegrías.
No lo cambiaría, ni aún por todo el oro del mundo porque mi amado Jesús vale más que todas las piedras preciosas que existen y nada completaría mi palpitar más que su dulce voz.
Eclesiastés 5:20
Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón.
Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón.
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