El pueblo de Israel pasó 430 años en Egipto bajo esclavitud y 40 años en el desierto para luego llegar a la tierra prometida. En Egipto los oprimían de dolor y en el desierto recibían maná del cielo, nube de día, columna de fuego de noche, agua de las rocas.
A pesar de todo eso en Éxodo 16:3 se quejan del trayecto y preferían morir en Egipto que continuar en el desierto para llegar a Canaán. Estaban dispuestos a cambiar 40 años de desierto con la presencia de Dios dirigiéndolos, por una vida de esclavitud, sufriendo, muertos diariamente en espíritu hasta llegar a la muerte natural.
Solo 40 años para alcanzar la promesa (porque ellos mismos alargaron el tiempo por su desobediencia e idolatría), y preferir 430 años más de sufrimiento, volver a gemir de dolor (Éxodo 2:23).
Increíble como cambiamos un momento de desierto necesario, que nos preparará para obtener la bendición, por volver a la amargura, donde la vida no tiene sentido y solo se respira porque es un acto que realiza el cuerpo por sí solo, no porque nuestro corazón tenga un motivo real para palpitar cada día.
Solo por la misericordia de Dios tenemos todavía acceso a su gracia, y sin importar cuantas veces, por nuestras propias acciones, lleguemos ha anular nuestro desierto y volvamos a la esclavitud, su amor infinito se conmueve cuando nuestro corazón arrepentido se humilla y lo busca de todo corazón.
Mientras nos quede aliento de vida tenemos acceso a la misericordia de Dios, mientras palpite nuestro corazón tenemos la oportunidad de corregir nuestro camino y volver al verdadero, al lado de Jesús.
Juan 11:25
Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
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