Conseguir aquello que anhela nuestro corazón no es una tarea fácil, el camino siempre estará lleno de obstáculos y habrán muchos atajos que aparentarán ser buenos, pero que al final solo dirigen a un precipicio sin fondo. Por lo incierto de ese sendero, muchas personas se quedan en su silla, se conforman con lo que ahora tienen y deciden no arriesgarse a la aventura de obtener el premio que les espera al final.
El pueblo de Israel al salir de la tierra de Egipto vagó por 40 años en el desierto, en ocasiones llegaron a pedirle a Moisés que mejor volvieran y no continuaran hasta llegar a la tierra prometida, porque temía lo que podía traer ese trayecto. Estaban saliendo de su zona de confort, aunque les causó mucho daño y vivían en esclavitud, parece ser que cuando ya eran libres, era mayor el miedo a lo desconocido que el sufrimiento vivido en un lugar que no les pertenecía.
Si ya has decidido seguir las pisadas de Jesús, seguro en muchas ocasiones habrás pensado en retroceder por diferentes razones, miedo al fracaso, falta de confianza, continuar con las mismas tentaciones y en muchas ocasiones caer en ellas, no sentirte merecedor de algo tan maravilloso como el perdón continuo de Dios, los pensamientos que llegan a tu mente sin pedirlo que buscan que dudes hasta de la existencia de Dios.
No eres ni el primero ni el último, no hay hombre en la tierra que no haya pasado por esas situaciones y es que como seres humanos estamos propensos a todo eso, sin embargo, cuando Jesús fue a la cruz ya sabía tu principio y tu final, sabía que luego de recibir su perdón serías débil en caer más veces, aún así, eso no fue suficiente para que Él renunciara a nuestra causa, sino que a pesar de todo, siguió con el plan y murió por nuestros pecados, pasados, presentes y futuros.
No importan las veces que caigas sino las que te levantes, con un corazón arrepentido que anhela agradar a Dios. Él es quien te dará las fuerzas necesarias y vendrá un día en que aquello que pensabas que nunca te dejaría avanzar, será solo un recuerdo del pasado, una experiencia que fortalecerá a otros que pasarán por una situación semejante, será el puente que necesitan para lograr lo que tu lograste y lograrás.
Filipenses 3:13-14
Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
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